La ruta del Cares, hace 60 años, no había atracción alguna sino modos de vivir.

Hacer la Ruta del Cares se considera una actividad lúdica más entre el amplio abanico disponible. Pero hace sesenta años caminarla todos los días era algo más que rutina. Levantarse a las 5 de la mañana y arrancar en noche cerrada y acompañada de posibles temporales era lo habitual en Caín. Hace 60 años el monte no era una fuente de diversión, sino una tierra de vivir. Porque de hoy en día vemos de lo más arriesgado iniciar una ruta montañosa de estas características con una simple tormenta, pero los vecinos de Caín no podían detenerse por esto.

Una Ruta, un pueblo y muchas historias.

La vida en Caín no era fácil. Cain es un pequeño pueblo con dos únicas vías de comunicación: La salida por el Cares hacia Poncebos (Asturias) y la vieja carretera a Posada de Valdeón. Conseguir productos o útiles que fueran más allá de la subsistencia era costoso, por lo que combinar la ganadería y agricultura locales con los viajes semanales y el burro en cualquiera de esas dos direcciones era la rutina de la gente de Caín.

La historia de una joven Caíneja.

Fueron muchas las madrugadas con las que esta mujer inició el camino, realizando viajes de ida o de vuelta. Posiblemente lo haya recorrido mas de cientos de veces, actualmente ve la senda como algo inabordable, pero hace más de 60 años se movía por ella como pez en el agua. De día o de noche, con frio o con altas temperaturas, sola o acompañada de cabras o burros, realizó la ruta en todas las condiciones imaginables. Entre todas ellas recuerda una con especial miedo: Era una tarde de febrero y la tormenta dio paso al anochecer. Ella lo recuerda viviamente, sola junto a una burra en medio de la noche, en algún lugar inhóspito del Cares. No le quedó más remedio que hacerse un hueco entre las paredes de la senda y pasar la noche ahí, junto a la burra, tapada con lo poco que llevaba en el zurrón, y esperar a que noche y tormenta dieran paso al amanecer. Hay muchas más historias grabadas en la ruta, y también más divertidas pero no que olvidar la dureza y las sombras que tuvo la Ruta del Cares para los vecinos de Caín.

Con esta historia quizá seamos
capaces de asomarnos un poco a la vida de aquellos años, y
recuperar alguno de los secretos
que guardan las paredes del Cares.

Fuente:Información e imágenes obtenidas gracias a la colaboración de Sadia Perez, Veneranda, abuela del autor (77 años 2020) vecina de Caín. Autor: Bustillo Campillo, Andy