Gloria García Cuenco
Allá por el año 1922 nacía en Sellaño el proyecto más ambicioso creado en toda Europa. Se trataba de un ferrocarril que transitaba por el monte, a 630 metros de desnivel; pues este tipo de sistemas de transporte son siempre construidos en lugares abiertos y llanos. Era de poco esperar que se construyera una caja ferroviaria en un bosque de Ponga.
El ferrocarril se utilizaba para recoger madera de roble y haya, procedente del bosque de la Llambria. El trayecto comenzaba en la estación de Sellañu y subía seis kilómetros hasta el Colláu de Semeldón sin maquinaria, mulas y caballos tiraban de él hasta arriba. Para bajar, iba solo, atravesando un cable de tres kilómetros el río Semeldón.
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Una vez en Sellaño de nuevo, un cable teleférico unía la estación con la parada de Prestín, que posteriormente trasladaba la madera a Ribadesella.
Como consecuencia de la elevada expectativa de la idea, el ferrocarril tuvo que detenerse a los tres o cuatro años. Y por lo costosa que era su manutención, en 1933 cerró definitivamente.
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