Pulsera heredada

Por Jazmín Menéndez Concha, 31/05/2024

Estaba por finalizar el verano de 1937 y mis bisabuelos vivían en Cuerres, una localidad perteneciente al concejo de Cangas de Onís. De momento, la guerra no había repercutido en sus vidas más que en forma de pequeñas revueltas y tensiones vecinales que eran mas que esperables, pero el avance de los sublevados comenzó a ser notorio: venían desde el este, recientemente habían tomado Santander y, tras haber montado un aeródromo provisional en Llanes ( para almacenar y tener listos los aviones alemanes), estaban preparados para comenzar a desplazarse hacia el oriente asturiano.

Mi bisabuelo como muchos otros se preparó para defender su tierra y partió a las trincheras, no sin antes aceptar un obsequio de mi bisabuela, la pulsera, que la había acompañado desde sus años de juventud, que sus padres le regalaron durante una visita al santuario de Covadonga. Con este amuleto mi bisabuelo combatió hasta ser doblegado por las fuerzas nacionales acompañadas por la legión Cóndor, que venían empujando a las pequeñas fuerzas republicanas por todo el norte de España. Al igual que muchos de sus compañeros, mi bisabuelo falleció fruto de un bombardeo y su cuerpo fue devuelto al pueblo, donde mi bisabuela lo reconoció y tras enterrarlo recuperó la pulsera, símbolo de su amor que, pese a las adversidades y tiempos que les tocó vivir, perduró hasta los últimos días de mi bisabuelo con él y sigue perdurando en la actualidad, gracias a ser un bien de herencia familiar.

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Publicado el

31 mayo, 2024