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Vistas desde la localización del pueblo de Dubiergos. MDM

El pueblo olvidado

  • Identificación del recurso: actual robledal donde antes se situaba una aldea, Dubiergos.
  • Localización: concejo de Onís, Asturias.
  • Testimonios orales: Francisco Vitorero Suárez (Paquín), vecino de Sirviella y entusiasta de lo histórico y Darío Martínez Díaz, topógrafo.
  • Bibliografía: boletín del Instituto de estudios asturianos (“A vueltas con el patronato real: otras fuentes de información: Onís (1978) “ y “estudios realizados por los vecinos de Onís sobre su concejo en el s.XVIII. Copia y valoración de los mismos (1958)”), por José Tomás Díaz-Caneja, imprenta “LA CRUZ”, Oviedo.
  • Investigadora y autora: Micaela Díaz Mora.

Micaela Díaz Mora. Lo que hoy se reduce a un pintoresco bosque de jóvenes robles, fue en su día una aldea que albergaba una cuantiosa población. Disponemos actualmente de testimonios bibliográficos los cuáles narran la vida de aquel pueblo durante el siglo XVII.

Dubiergos se situaba en el concejo de Onís, concretamente en la cara sur de la falda del monte “Ibéu”. Aunque ahora ya en desuso, partían del caserón principal de la aldea cinco caminos. No obstante, solo uno de ellos figuraba empedrado y poseía la anchura suficiente como para que circulase un carro. A esta calzada la llamaban “camino real”. Conducía primeramente a la capilla o casa de novenas y a continuación seguía su curso dirección este hasta el pueblo del Pedroso. Sin embargo, hacia el Sur, el camino real conectaba Dubiergos con otra villa cercana a un kilómetro y medio distancia aproximadamente, Sirviella. Este último, más grande, servía de punto de enlace con el resto de la sociedad y la capital del concejo, Benia de Onís.

Estado actual del camino real de Dubiergos. MDM

El pueblo contaba con una pequeña capilla en cuya ería se han encontrado restos humanos, por lo que se deduce que Dubiergos disponía de su propio cementerio. La ermita funcionaba como santuario de San Cosme, San Damián y los Mártires. El último mencionado da nombre a la riega que atraviesa el pueblo, “fuente de los Mártires”. Aparte de las construcciones arquitectónicas localizadas propiamente en la aldea, a las orillas del camino real en el tramo entre Dubiergos y Sirviella podían distinguirse algunas casas habitadas. La razón de que un enclave estuviese situado en esta zona se debe en primer lugar a la buena orientación que posee y, en segundo lugar, a los suaves inviernos de los que hace gala, ya que el lugar se encuentra muy resguardado. Otra razón sería el fácil acceso al agua del que gozaban los habitantes, ya que aparte de la fuente de los Mártires otro río atraviesa las inmediaciones del pueblo. Esta encrucijada de aguas podría darle nombre a la aldea, puesto que “du” significa “dónde”; “bi”, “dos” y “ergos” sería posible que viniese del latín “argénteo” que se traduce como “plata” o “brillante” haciendo referencia al agua. Es solo una propuesta al origen del nombre “Dubiergos” ya que esta explicación coincide perfectamente con el espacio donde se localizaba el enclave.

Por otro lado, se intuye que Dubiergos contenía una numerosa población gracias a la gran variedad de apellidos que sabemos que allí se utilizaban. Los catorce de más importancia son: Nava, Gómez, Royz, Peredo, Redondo, Rodríguez, Pellico, Suárez, Cores, Gutiérrez, Villoria, Mora, Santos e Intriago.

En relación a la desaparición de Dubiergos no existe apenas información. Su misteriosa extinción no está datada, en cambio, algunas personas mayores del pueblo de Sirviella recuerdan escuchar de niños la historia de “Victoria”, la última habitante de Dubiergos, la cuál no tuvo más remedio que llegada su vejez mudarse a Sirviella ya que se había convertido en misión imposible vivir por sus propios medios en una aldea fantasma mal comunicada. Es así como perdemos el rastro de una población que tuvo su momento de auge y luego simplemente dejó de existir, abandonando muchos secretos en el cofre, en ocasiones inescrutable, del pasado.

Finalmente me gustaría agradecerle a “Paquín”, amante de la historia y vecino de Sirviella, su paciencia y generosidad contándome lo que sabía y prestándome los recursos bibliográficos de los que disponía. También a mi padre el conducirme físicamente hasta el protagonista de la investigación y, por último, a mi querido primo Darío, topógrafo y apasionado del saber, que es quien desde hace tiempo plantó en mí la semilla de la curiosidad acerca de Dubiergos, un pueblo olvidado que ahora podrá recordarse.