• Molino de fuerza eléctrica
  • Pernús, Villaviciosa
  • Informadora: Rosa Miyar
  • Autora del texto: Celia Lamine Pérez.

En esta imagen podemos ver una rueda de molino, con un gran valor sentimental para mi familia materna. En su día formó parte de un molino que pertenecía a mi tatarabuela, Petra Vega Tuero, situado en la casa familiar ubicada en Pernús, una pequeña aldea perteneciente al concejo de Colunga.

La casa era conocida como la Casona de Los Miyar, heredada de su padre, quien había hecho fortuna en Cuba y al regresar construyó una casa de tipo indiano.

El conjunto constaba del edificio principal, las caballerizas, una panera y un molino, que prestaba servicio a toda la comarca y fue de los primeros en funcionar con energía eléctrica. Un recuerdo de la infancia de mi abuela, Rosa, era que venían los vecinos de la zona en burros o caballos a moler su propio grano, llamado molienda; la forma de pago era la llamada maquila, que consistía en dejar parte del grano molido al dueño del molino, por haberles prestado el servicio. El maíz en aquella época era la base fundamental de la alimentación por su bajo coste y todo el provecho que le sacaban.

El molino se componía de un embudo que se utilizaba para depositar el grano de maíz listo para ser molido. Con el motor y una polea, se realizaba el giro de la tolva alimentadora, que llevaba a cabo la molienda del maíz utilizando un par de piedras llamadas «muelas».

El maíz caía por un pequeño agujero en la parte superior de la piedra y salía por abajo, triturándose por la fricción de las piedras de su interior. El tipo de molido dependía de la separación de la piedra superior, generando más o menos presión entre una y otra. Cada 10 días se solía tallar una de las piedras, porque con el roce continuo se gastaban y el molino se atascaba, que solía pasar cuando se echaba maíz de más o maíz algo húmedo, que no estuviera del todo seco.

En las imágenes superiores, se aprecia el bebedero que había en el Molino de Pernús del que bebían los caballos y burros de los vecinos que iban con la molienda, junto a la casa, vendida ya hace años a otra familia, que sigue cuidando de ella con el mismo cariño y esfuerzo que lo hacía la familia Miyar.