Mi abuela tuvo que vivir esta experiencia dos veces a lo largo de su vida, primero con la hermana mayor de mi padre, Susana. A ella también la abandonó su padre en el momento que dejó embarazada a mi abuela. Cuando se enteró, negó a todo el mundo que la hija fuera suya. Esta primera vez, mi abuela fue acogida y apoyada por la familia y el pueblo, además de que el señor no era de la zona. No como ocurrió con mi padre:
Mi abuela conoció a un hombre, pues como ocurría antes, en las fiestas se sacaban a bailar los que se gustaban y si congeniaban seguían bailando juntos en la siguiente fiesta. Pero con él se conoció más fácilmente porque era del mismo pueblo que ella, y vivía casas un poco más allá. Comía en su casa, era muy amigo de los hermanos de mi abuela (que eran 3) y eso hizo que fuera mucho más difícil.
Se quedó embarazada y al igual que el otro hombre no quiso hacerse cargo y desapareció de su vida como si nada hubiera pasado. No había ninguna ley que impidiera eso, no había nadie que pudiera hacer nada. Si tenías la suerte y tu familia no te echaba de casa, ya eras “afortunada”.
Mi abuela cuando sucedió esto vivía con dos hermanos que todavía no se habían casado, esto hizo que no tuviera libertad económica, sus hermanos le daban de comer a sus hijos, pero, a ella no le hablaban. Mi padre me cuenta que no le dirigieron la palabra hasta que él tuvo 10 años. Ellos la querían, pero la sociedad estaba muy influenciada por la opinión de los demás, ellos sentían vergüenza y el hecho de que fuera un conocido del pueblo de toda la vida, incrementó ese sentimiento de vergüenza, rabia y lo pagaron con ella.
A cambio de vivir con ellos, tenía que hacer todas las tareas de casa que ellos le ordenaran hacer. Cuidó de un tío que estaba mayor y enfermo.
Tuvo que callarse muchas veces, aguantar muchas cosas como comentarios y miradas de la gente del pueblo. Sin duda, lo más duro para ella fue que su propia familia no le hablara, la trataran mal como si fuera una desconocida y aguantar todo eso sin quejas para seguir dándoles de comer a sus hijos.
Hay que pensar en el hecho de que antes a las mujeres no se les tenía permitido hacer nada, que no estuviera aceptado por su marido, padre, hermano… Pero siempre por un hombre. Las mujeres ya con marido eran nada para la sociedad, imagínate que sería una madre soltera para ellos. Siempre hay excepciones de personas que, si tienen una mente diferente, pero, la gran mayoría eran así. Si eras madre soltera, en la iglesia ni siquiera te permitían bautizar a tu hijo.
Cuando los hermanos de mi abuela se casaron, ella quedó viviendo por fin sola con sus dos hijos, empezó a trabajar en el campo y a ganar su propio dinero para mantener a su familia. Las esposas de sus hermanos ayudaron mucho a mi abuela como mujeres, abriendo más la mente de sus maridos y apoyándola en diferentes aspectos. En parte también gracias a ellas sus hermanos volvieron a estar con mi abuela como antes, aunque no pidieran ni perdón, por lo menos estaban ahí otra vez.
A mi padre le marcó mucho ver como trataban las personas a mi abuela, incluso su propia familia. Ver como ella trabajaba mucho para mantenerlos a él y a su hermana y todo lo que tuvo que aguantar y callar. Esta vivencia también le hizo ser diferente, tener una mente más abierta en comparación con otras personas que quizá no lo vivieron, a valorar el amor por los hijos y también a callar muchas cosas.
Tenemos que ser muy conscientes de la suerte que tenemos hoy en día de poder impedir que pasen estas cosas, que la sociedad haya cambiado y que haya leyes dispuestas a defender los derechos de todas las personas por igual.