El único sector que se desarrollaba en el pueblo era el primario. En la ganadería predominaba el ganado bovino, ovino y caprino, de los cuales se trataba de obtener el máximo rendimiento, es decir, de una vaca no solo se aprovechaba, por ejemplo, la carne o la leche (que posteriormente podía ser utilizada para hacer mantequilla o queso), sino que sus pieles también eran utilizadas; en otoño se acostumbraba a cortar el pelo de las colas de las vacas, de las cuales se hacía un manojo y se vendían como sedas. Así, el ganado se alimentaba casi en su totalidad con el pasto de los prados, a lo largo de la primavera o con la hierba recogida durante el verano, durante los meses de invierno. Aunque, en ocasiones, también se cebaban con forraje, es decir, una mezcla de nabos, vallico y avena.  

No obstante, dependiendo de la época del año, el pastor realizaba variadas y muy diferentes tareas. En el día a día, de un pastor en invierno, la primera tarea que se realizaba era sacar el cuchu, es decir, vaciar todo la cuadra o corte de los excrementos que las vacas habían producido por la noche, y tras esto, mecer a las vacas, así como cebarlas. Asimismo, de manera muy ocasional, se sacaban los animales de la corte, y se realizaban diferentes tareas en el terreno como podían ser cerrar los prados, cortar y tronzar leña para el hogar o traer mulliu (una mezcla de plantas y hojas secas que servían de cama para el ganado). Además, durante la noche, se solían realizar diversas tareas en la casa como podían ser esmirriar las ablanas, es decir, sacarlas de sus cáscaras, arrancar las habas de sus vainas o escapullar el maíz, es decir, deshojar las mazorcas. También se escarmenaba y cardaba la lana, es decir, una vez que está ya había sido lavada, se extendía y se peinaba para poder se hilada y enviada al trillón (lugar donde se realizaba los escarpines, calcetines, etc.; esta tarea era propia de las mujeres.

Con la llegada de la primavera, por una parte, se solía acudir muy temprano a la corte a abrir el ganado y que este pudiera pastar los prados de alrededor. Aunque, evidentemente, por la noche se debía ir también a cerrarlo. Por otra parte, se comenzaba a preparar, arar, abonar y cultivar la tierra, siendo los cultivos más comunes maíz, patatas, cebollas, habas, guisantes 

En el otoño se solía recoger la cosecha que había estado floreciendo durante los meses más calurosos y era muy típica la recolección de castañas, avellanas, nueces… las cuales eran utilizadas tanto como para consumo propio como para los animales. Para recogerlas se solía hacerlo dimiando, es decir, subiendo a los castañares con unos largos palos o varas y dar con ellos en el árbol hasta provocar la caída de los frutos. Tras su recolección, estas eran almacenadas en una cuerre, un habitáculo o pequeña edificación de piedra típica de los pueblos asturianos donde se conservaban estos frutos hasta el invierno, y, así, evitar que los animales los robaran o comieran. Cada vecino poseía su zonas o propiedades de castañeo, las cuales iban pasando de generación en generación. Además, para este proceso era necesario que las castañas estuvieran casi secas ya que así eran más ligeras y se propiciaba mejor su caída. Posteriormente, se almacenaban en recipientes con los que la familia acudía a este proceso y, tras esto, se guardaban en la cuerre, aun incluidas en el oriciu, es decir, la envoltura con pinchos que protege al fruto; a pesar de esto, las pocas castañas que se encontraban y habían logrado salir de la anterior envoltura también eran recogidas. Una vez en ese lugar, se expandían y se tapaban con una manta, y allí fermentaban durante uno o dos meses hasta que lograban salir del oriciu, y se iban cogiendo de ese lugar según las necesidades de la familia.

“Salíamos a por ellas casi siempre cuando helaba, y llegábamos a casa de atroparlas que casi ni sentíamos las manos de lo frías que las teníamos.” 

Mari Cruz Suero Alonso. Vía oral. 

Durante esta época, se solía vender, en ferias ganaderas, todo el ganado macho posible Aunque también era muy común vender a una vaca junto con su ternero recién nacido, o las crías de los cerdos que se criaban durante la primavera y verano. Esto, junto con la venta, en ocasiones, de huevos o leche, eran las únicas y pocas fuentes de ingresos que poseían las familias durante aquel entonces.

Por otra parte, a finales de esta estación, normalmente en noviembre, se llevaba a cabo el San Martín, es decir, la matanza de, un cerdo normalmente, para la obtención de filetes, chorizos, morcillas… que ayudarían a subexistir durante las épocas más frías a la familia. Este proceso requería de muchos días de trabajo y era principalmente de carácter colectivo, es decir, se ayudaba a otras familias en su San Martín para que, cuando llegara tu ocasión, estos te ayudarán a ti.

La llegada del verano traía consigo la subida al puerto del ganado. El veinticinco de abril se abría el coto en el puerto, y, así, a partir de ese día ya se permitía el asentamiento del pastor junto con sus vacas, toros o terneros así como con sus cabras y castrones en el lugar; las ovejas, por su parte, tenían permitido el pasto de aquellos terrenos desde el primer día de junio. Estos animales se mantenían allí hasta octubre o noviembre, pudiendo estar allí como fecha máxima diciembre y siendo únicamente las ovejas los únicos animales que se mantenían hasta estas fechas.  

La subida del ganado al puerto la solía realizar el pastor, es decir, la persona que se iba a mantener durante aquella temporada en el puerto cuidando del ganado, junto con algún otro integrante de la familia. Este traslado llevaba casi todo el día, y, además del propio rebaño que se pretendía desplazar, también solía subir algún otro anima. Normalmente se trataba de un burro, al cual se le cargaba con las pertenencias, alimentos u objetos de higiene necesarios para la estancia del pastor allí. 

“Hubo años en los que incluso no teníamos ni burro y subíamos las mantas atadas a los cuernos de las vacas” 

Antonio Gutiérrez Fernández. Vía oral. 

Aun así, ocasionalmente debían de subir miembros de la familia a proporcionarle al pastor comida o ropa limpia; tarea de la cual se solía encargar a los más pequeños de la casa acompañados de un animal, normalmente un burro. Además, los caminos por los que debían de transcurrir solían estar en muy malas condiciones.

“Me acuerdo de subir mi hermana y yo solas con diez años más o menos. Nos decían: “si niebla o se hace de noche, no os separéis del burro. Él sabe el camino, y cuando este se pare significará que llegasteis.”.”

Mari Cruz Suero Alonso. Vía oral. 

La función del pastor en el puerto era elemental: mirar por el ganado. Es decir, debía de vigilarlo, y desplazarlo a través de las diferentes zonas de pasto cercanas a la vega en la que se hallaban.

“Los de Demues íbamos principalmente a las vegas de Belbin, Las Bobias, Vegamahor, La Redondiella o Parres.”

Mari Cruz Suero Alonso. Vía oral. 

A pesar de ello, al caer la noche, los animales siempre solían acudir a dormir a un paraje ubicado cerca de las cabañas del pastor; estos lugares recibían el nombre de majadas. Además, esto también se debía a que las crías de ganado se mantenían cerradas, y, por lo

tanto, separadas de sus madres en el tendallo, es decir, una cuadra o corral. Este apartamiento entre las madres y los hijos tenía una finalidad, y era evitar que las crías mamarán lo menos posible de las madres. De esta manera, únicamente se juntaban unas pocas horas durante la noche para que tetaran toda la leche posible, y, así, se conseguía que la madre pudiera “coger toro”, es decir, entrar en celo lo más pronto posible. Esto provocaba una mayor rentabilidad en el animal, ya que una vez que este comienza a parir debía de hacerlo todos los años para sacarle así la mayor productividad posible.

Durante la estancia en el puerto, el pastor se alojaba en una pequeña cabaña de piedra que únicamente poseía una pequeña cama para dormir y algún que otro mueble para almacenar los alimentos o pertenencias del pastor, o, incluso, una pequeña mesa con sillas para almorzar. A pesar de que se siempre se acostumbraba a subir alimentos del hogar en la burra, principalmente aceite, arroz, huevos, patatas, harina de maíz, tocino, café, azúcar y pan, el alimento primordial era la leche. Los alimentos eran fritos o cocidos en un cazo que se colocaba en una trébedes, es decir, un aro (sobre el cual se situaba la vasija con el alimento) con tres patas que se colocaba en el suelo donde se encendía un fuego que provocaba calor en la base del recipiente colocado en este; realizaba la misma función que una cocina o vitrocerámica.

“La comida más típica en el puerto era pan con leche; el pan lo comíamos duro, de días o incluso semanas.”

Antonio Gutiérrez Fernández. Vía oral.

A pesar de esto, la alimentación de las familias en el pueblo no era muy diferente: asimismo se alimentaban única y exclusivamente de las materias primas o productos obtenidos en las tareas relacionadas con la ganadería y la agricultura principalmente.

No obstante, a lo largo de su estadía en el puerto el pastor se dedicaba, a su vez, a la elaboración de queso. El queso normalmente se comenzaba a realizar el primer día de julio, es decir, el primer día que subían las ovejas, y se solía realizar hasta mediados de agosto. Sin embargo, este también se podía realizar con la leche de las vacas o cabras. Tras esto, una vez los animales eran ordeñados, habitualmente una vez por las mañanas y, otra por la noche, la leche obtenida se desnataba. Y, al dejarse por la noche en un recipiente, y, a la mañana siguiente, esta flotaba sobre la leche. La nata obtenida era guardada para ser utilizada posteriormente como mantequilla; esta se realizaba en un recipiente fabricado con la piel de un cordero muerto, llamado bexigu.

Posteriormente la leche era cambiada a un colader, que podía ser un recipiente de madera y metal con agujeros donde se atascaban las impurezas o este podía ser fabricado a base de sedas que ejercían como un embudo colador.

“Tenía que estar hecho con las sedas de un caballo porque el de la yegua las meaba.”

Mari Cruz Suero Alonso. Vía oral. 

Tras esto, se le agregaba cuajo, que podía ser tanto comprado o casero, el cual podía ser obtenido a partir de los estómagos de cabritos. Una vez añadido, se debía de amasar la leche durante un período de tiempo, y, una vez adquirida una mayor densidad, era transportado a un molde de forma redonda; este poseía una altura que podía oscilar entre

los diez y quince centímetros. Así, este se dejaba curar durante un corto periodo de tiempo en la cabaña. Y, una vez que la leche había agarrado una consistencia más sólida y se podía sacar del molde, este era transportado a su respectiva maduración en una cueva comunal ubicada en el puerto.

Manolo Suero y Arsenia Alonso a la herba (Demues, 1962). A.F. Suero Alonso.

Arsenia Alonso lavando la ropa en el puerto (Arnadeu). A.F. Suero Alonso.

Aurelio Suero descasando en la cabaña (Arnadeu). A.F. Suero Alonso.

Aurelio Suero afeitándose en el puerto (Arnadeu). A.F. Suero Alonso.

Aurelio Suero y Arsenia Alonso (Ariu). A.F. Suero Alonso.

Aurelio Suero cabruñando la guadaña un día a la herba (Demues). A.F. Suero Alonso.

Arsenia Alonso preparando el fuego para hacer la comida un día a la herba (Demues). A.F. Suero Alonso. 

Arsenia Alonso limpiando la vajilla (Demues). A.F. Suero Alonso.

Mari Cruz Suero Alonso descansando un día a la herba (Demues, 1960). A.F. Suero Alonso.

Aurelio Suero aseándose en el puerto (Arnadeu). A.F. Suero Alonso.

Aurelio Suero en la soledad de la cabaña (Arnadeu). A.F. Suero Alonso.

Montañero, Aurelio Suero, Pilar Gutiérrez y Mari Cruz Suero (Arnadeu, 1986). A.F. Suero Alonso.