Casa Refugio de La Palanca. Coto de Peloño, 1953.
A principios del siglo XX los derechos de explotación y caza del Monte Peloñu habían sido arrendados por el Ayuntamiento de Ponga a miembros de una familia de la aristocracia asturiana, la del Marques de Villaviciosa, D. Pedro Pidal, gran aficionado a la caza y a la montaña. Ellos construyeron una casa dentro del Coto para facilitar sus estancias, compartidas con monteros y cocineras contratadas para la ocasión.
Era frecuente la participación en las cacerías de marqueses, condes y duques; según algunas historias que pasan de generación en generación, hasta el monarca Alfonso XIII cazó por aquí. Y aunque los hechos no están confirmados, los mayores del lugar (incluido mi abuelo) cuentan que en una ocasión, durante el descanso de una de las monterías, los «señores» colgaron una piedra de una cuerda y se pusieron a practicar para ver quien le daba.
Después de varios intentos y de que ninguno lo consiguiera, le propusieron a uno de los invitados que lo intentase. Se dice que era un cazador de Caleao, de la zona de Caso. Le ofrecieron el mejor caballo de la cuadra si conseguía darle a la piedra, pero él dijo que ya tenía, que su caballo no era tan bueno pero que se arreglaba. Y, a cambio, propuso que si le daba a la cuerda y no a la piedra, concediesen «marina libre para todo pongueto«. La petición implicaba que todo ganadero pongueto pudiese disponer de pastos comunes en la zona de costa, y así poder bajar a ellos su ganado durante el invierno.
La cuestión es que, tras el disparo, la cuerda se rompió, y durante muchos años los ponguetos pudieron bajar sus rebaños a los pastos costeros, pues quedó registrada la autorización para ello. Si el monarca estaba o no, no se sabe con certeza, pero la orden fue dada y el permiso permaneció en vigor durante años.
La casa, en desuso, fue quemada años más tarde y finalmente un incendio completó la ruina.
En la imagen: la autora, de niña, en el lugar durante una excursión.