Poo, h. 1950. Alumnos de las escuelas

Arantxa García Villar. Los alumnos tenían un respeto riguroso hacia los profesores, puesto que cuando no cumplían las normas impuestas eran castigados físicamente. Estos no eran tolerantes en ninguno de los sentidos. Cumplían sus objetivos a base de que los alumnos aprendieran de memoria unos contenidos, y se transmitían unos valores de la sociedad muy claros sin dar alternativa a los alumnos para que valorasen y reflexionasen críticamente sobre ellos.

El maestro y la maestra eran respetados y valorados por una sociedad que veía en ellos los valores a seguir. En el pueblo, era el segundo referente intelectual más estimado, después del cura. Eran un modelo y ejemplo para sus alumnos, inspirado por la relación entre lo que decía y lo que hacía, entre lo que aplicaba para sí mismo y para los demás.

El primer maestro que se recuerda es Don Ceferino, que fue el que más años permaneció en la escuela. Era de Castilla-La Mancha y acabó tan enamorado del pueblo que terminó por hacerlo también de una humilde campesina del vecindario, con la que después contrajo matrimonio. La segunda se llamaba María Jesús y era de Oviedo. Fue la que menos años estuvo y de la que menos recuerdos se tiene. Y la última maestra fue María Ángeles, que también era de Oviedo y es la más recordada. Esta fue la maestra a la que los alumnos le cogieron más cariño, pues era un poco más liberal y menos autoritaria, pero nunca le perdieron el respeto y la admiración.

Don Ceferino y Mariángeles

La enseñanza se apoyaba mucho en la teoría y poco en la práctica; y la forma de aprender estaba basada en la repetición. Los contenidos que se transmitían eran conceptuales y actitudinales, aunque no se usaban estos nombres para designarlos. El método que utilizaban surgía del propio profesor, sin tener en cuenta las variables ni características de los alumnos.

Fuentes:

BENA SIERRA, Tomasa (2022). Vecina de Poo, abuela de la autora. 84 años.