Poo, h. 1935. Alumnos de las escuelas.

Arantxa García Villar. Antes de que se construyesen las escuelas, los niños de Poo no tenían donde aprender nada más allá de lo que se conoce como la vida en el campo.

Tiempo más tarde, cuando por fin se construyen, la escuela se encontraba bajo mínimos ya que en los primeros años no había muchos niños que asistieran a las clases y los salarios de los maestros no eran buenos, lo que les llevaba a abandonar la escuela o directamente a no presentarse.

Alrededor del año 1940, tras la Guerra Civil, la escuela experimentó algunas mejoras requeridas por los vecinos, lo que contribuyó al aprendizaje de los niños del pueblo. La gente donaba lo que podía: libros, sillas, mapas, pupitres, enciclopedias… materiales que sirvieron de mucha ayuda hasta el último día en el que las escuelas quedaron inhabilitadas.

Después de una larga lucha vecinal, la escuela estaba totalmente preparada para comenzar las clases, pero todavía quedaba una incógnita por resolver: quién las llevaría a cabo.

El primer profesor de las escuelas fue un párroco del que actualmente se desconoce el nombre, pero a quien las historias que pasan de generación en generación describen como muy estricto. En sus clases reinaba el silencio, sus alumnos temían y aprendían, y los más indisciplinados recibían un castigo, como por ejemplo, darles con una regla en las uñas o mantenerlos de pie durante horas con un par de enciclopedias en la cabeza y sin que se movieran lo más mínimo.

Fuentes:

BENA SIERRA, Tomasa (2021). Vecina de Poo, abuela de la autora. 84 años.

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