La Casona de los Valles, 2020. Imagen: Olaya Torroba.

Marta Martínez Cadenaba.

En la despensa estaba el «h’erraderu», gran pila de una sola piedra alargada y poco profunda con agujero para desagüe en un extremo. Está apoyada encima de dos soportes de piedra. Sobre ella, y a medio metro del techo, una talamera de roble y por la parte inferior, ajustadas a ella, cinco perchas, de roble de las que colgaban unas «herradas». La herradas son unos calderos hechos de tablas de madera unidos entre sí por varios aros metálicos; son de boca estrecha y tienen un asa para poder colgarlos de las perchas.

Se usaban para el agua de beber, que se extraía con un cazo metálico de mango tan largo como el caldero. El cazo contaba con un gancho para colgarlo, y se llamaba cangilón. Cuando se transportaba la leche en ellos, después de su uso debían de ser lavados muy bien y colgados en las perchas a escurrir.

Es muy llamativo el que este «h’erraderu» tenga cinco perchas ya que lo habitual era que en las casas más grandes tuviera un máximo de tres.

En aquellos años había muchas personas ligadas de una forma u otra a la Casona, casi todos trabajadores. Era de gran importancia contar con los servicios básicos, como disponer de un pozo de agua en la corrada, lo que evitaba paseos frecuentes a la fuente. El pozo también era imprescindible para abastecer a los lavaderos.

Otro elemento esencial en la Casona era la cocina de Sanmartino, con testimonios de su uso desde el siglo XVIII. Está orientada al Norte.

También contó La Casona con sistemas de carburo y con luz artificial por primera vez en el pueblo.

FUENTES:

Información obtenida de la dueña de La Casona.

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